“Cuando alguien, por cómo te trata, te hace sentir que la decisión adecuada sería alejarte, es una relación de la que debes salir”.
No es una máxima, una verdad incuestionable. No es ley. Es sólo algo que ayer me resonó, me hizo pensar y se ve que se ha quedado flotando entre la nube de ideas desordenadas de mi cabeza, porque hoy vuelve a mi.
Ignorar el instinto. Oírlo, pero no escucharlo. Silenciarlo. Porque dice algo que no quieres creer. Porque duele, porque desgarra. Porque cuestiona y pone del revés tu vida y proyectos. No quieres escuchar.
Pero sabes. Tu cuerpo te lo dice. Tus entrañas. Sal de ahí. Da igual la razón, no importa el por qué, no es relevante. Pero no es el lugar. Algo pasa, algo falla. No es lo que quieres.
Qué difícil salir de una relación en la que hay sentimientos potentes y esperanzas. Te pones la venda, y tiras. Y sigues enamorada de la esperanza, del cambio, que no llega.
No todo era malo. Cuando añoramos, recordamos la parte más bonita de la relación. TAN BONITA. La parte que te ha hecho apretar fuerte la venda, para poder seguir creyendo que de esperanza también se nutre una relación.
Trabajar el autoconcepto y la tolerancia a emociones desagradables. Echar de menos no tiene que significar volver. Es que tiene que doler. Tolerar el dolor. Sostener la abstinencia. Respirar. No dura para siempre. No va a durar para siempre.