Sannyasin aprendiendo...
Aprendiendo a amar, aprendiendo a soñar, aprendiendo a crecer, aprendiendo a ser feliz, aprendiendo... a VIVIR.
miércoles, 29 de noviembre de 2023
Martín Pescador
sábado, 3 de septiembre de 2022
El miedo
viernes, 12 de agosto de 2022
El (dulce) final del verano...
Los comienzos de veranos son difíciles… Los nuestros, al menos. Los míos. Muchos años (camino de 14 ya) en los que acabo el curso sin saber qué será de mí el siguiente, dónde estaré, ¿me tocará coger coche?, qué compañeros y compañeras de trabajo tendré, qué alumnado me tocará, qué cursos, ¿podré aprovechar la programación que tengo ya hecha?, ¿me dará tiempo a encaminarla en los primeros días de septiembre?, ¿será centro bilingüe u ordinario?,… Menos mal que el plantearme si tendremos que mantener dos casas abiertas ya quedó atrás con la plaza definitiva del curso pasado. Bueno no. Ahora puede tocarle a Antonio.
Los comienzos de verano son difíciles. También desde que nació Carmela. Especialmente desde que cumplió ¿el primer año?. Por extrañas razones que no vienen al caso (cada peque es un mundo y las suyas tendrá) Carmela suele ser diferente las primeras semanas de verano. Más rebelde, más dependiente, más demandante, más insolente, más atrevida, más… Más. Más difícil de gestionar para nosotros, con nuestro banal intento de “crianza respetuosa y su puta madre” (léase con la “i”). Te dan ganas de recurrir a la zapatilla unas mil veces por hora. ¿No había internados en verano? ¿No puedo mandarla al pueblo con los abuelos? Mierda, que estamos ya aquí, no hay escapatoria.
Toca respirar. Una y otra y otra vez. Y luego otras 300 veces más. Te preguntas una y mil veces que dónde está tu niña, que qué le ha pasado, que cuándo va a volver o si eso será ya así “pá siempre”. Respiras de nuevo. Y explicas. Y vuelves a explicar. Y otra vez, muchas ya sin ganas, fuerzas ni mimo. Pero respiras y explicas.
Y de repente llega un día en el que amanece y Carmela está en casa. No es aquella que dejamos durmiendo justo a las 20:30h el último día de cole, no. Pero tampoco es la misma que ayer me decía otro doloroso “déjame en paz”. Es Carmela. Su esencia la mantiene pero ha crecido, ha madurado, ha dado un nuevo paso. Vuelvo a no entrar en explicaciones porque Carmela es única y su ritmo tiene y tendrá, pero ha ocurrido. El tiempo ha pasado. La fase ha pasado. Ha acabado.
Y estas últimas semanas con mi hija, con mi familia, son maravillosas. Todo es sinergia. Risas, canciones, historias, “pisco-labis”, juegos y cuidado. Mucho cuidado. Del grupal y del individual. Sin conflictos extraños. Todo fluye. Y ahora es cuando no quieres que se acabe el verano. Cuando lo cogerías y asirías fuerte con las manos para alargarlo un poquitito más. Como aquellos en los que acababas llorando con la canción del Dúo Dinámico, pero en otra dimensión mucho más dulce (y amarga a la vez): la de ver a tu hija acercarse a esos momentos.
El (dulce) final del verano…miércoles, 26 de mayo de 2021
Sólo sé que no se nada
Esa sensación de andar perdida de manera contínua. De no encontrar nunca un punto de luz sin dudar del mismo. Así vivo, así ¿soy? "No Mer, así estás, no eres" - me digo. Pero no, no tengo tan claro eso. Lo hago con la boca pequeña porque en realidad no puedo identificar desde cuando me encuentro así. Algo que se mantiene tanto tiempo no puede ser un estado sino una parte de tí, ¿no?
A veces no sé quién soy, ni qué opinión tengo sobre las cosas. Ni tan siquiera si tendría que tener opinión. Prefiero no tenerla, me abruma tener que informarme, pensar, elegir... A veces creo ver atisbos de alguien que anda por ahí silenciada y tiene momentos de conexión con el mundo. ¿Esa soy yo? No lo sé. Quizá sólo sea una careta más. Tengo muchas, soy consciente. No me dejo ir. No me dejo llevar. No me dejo ser. A veces, muchas veces, me veo y no me gusto. Nada. No quiero seguir viviendo siendo ésta. Ésa. ¡La que sea! No quiero. Quiero que se vaya, que me deje. Quiero ser...
Hay veces que me gustaría hacer esto o aquello. Veces en que me ilusiono con la imagen mental que proyecto de ese acto. Unas vacaciones, una escapada, una quedada, una tarde de jardín,... Pero luego llega el momento de organizar y... pierdo fuelle. Me agobio. Me bloqueo. No puedo pensar. No puedo elegir. Ya no tengo ilusión. Ya no tengo interés ni ánimo. La sensación de asfixia acalla la ilusión. O ¿quizá es que no me apetecía de veras? Quizá me apetecía mejor esto otro... pero hay que organizar... No. No tengo ganas. Quizá no tenga ganas de nada. Quizá sólo quiero quedarme en mi casa, tumbada, sin más. Se está muy bien en el sofá de casa. O en la cama.
Quiero hablar pero no identifico con quién hacerlo. Quiero hacer, pero con quién. Él sería un perfecto compañero. Él tiene otros intereses. Él no es. Antonio no. Bueno pues me voy sola. Visualizo. Comienzo. Me canso, me aburro,.. Me desilusiono de nuevo. Tampoco esto es.
Pues me meto en mi cueva. Sólos los tres. No necesito a nadie ni nada más. Estamos bien. Planeemos. Busquemos. Hagamos. Pero yo no tengo fuerzas de tirar. Estoy cansada. Me pesa el cuerpo y el alma. ¿Realmente estamos bien? ¿Se puede estar bien así? ¿Pueden estar bien así?
NO soy buena compañía. NO soy buena para nada. Soy un puto desastre. Un trapito que no sabe para dónde tirar, cómo ni con quién. Tristeza, desidia, apatía, anhedonia,... No se puede dar nada desde ahí, desde ese punto. AL menos no se puede dar nada bueno. No tengo nada que aportar. ¿Hay que aportar? ¿Hay que aportar o hay que ser? Pero ¿quién soy?
domingo, 21 de febrero de 2021
Intensidad
Las "romanas" siempre lo llamamos intensidad. "Somos muy intensas, ansias vivas" - decimos. Pero yo ya dudo de si el adjetivo está bien elegido. ¿Intensidad en nuestros intereses? Hablo de nuestros “másters” en alimentación saludable, productos ecológicos, blw, lactancia, cremas, telas, psicosomatización, suelo pélvico, diastasis abdominal, psicoterapeutas, productos para cualquier tipo de dolencia, aceites esenciales, colegios, escuelitas, playas molonas, protectores solares, corresponsabilidad, relaciones igualitarias, precios de la luz, cólicos, porteo, crianza respetuosa, fiebre, sueño, límites, dulces saludables, centros con piscinas de bolas, desodorantes molones, rabietas, acompañamiento, esfínteres, intolerancias y alergias, pikler, ruidos blancos,...porque no podemos quedarnos a medias, no podemos interesarnos por algo sin más. Leer un poquito y mandarlo a paseo. No. Nosotras tenemos que hacer el máster.
Pero… ¿y qué pasa cuando eso choca de frente con un carácter perfeccionista y controlador? ¿Qué pasa cuando una vez conoces algo (que se supone de lo bueno lo mejor, o de lo malo lo peor) no puedes evitar querer saberlo todo acerca de ello? ¿Qué pasa cuando al informarte no puedes evitar llevarlo a cabo milimétricamente bien? Cuando necesitas hacer las cosas al 200%. ¡Cómo vas a dejar de darle el pecho a tu peque si todos los organismos dicen que es lo mejor? ¡Cómo vas a obviar la existencia de la crianza respetuosa, con todos los males que ha traído a este mundo la tradicional? ¿Cómo no voy a estudiar con detalle todos los colegios que hay e intentar entrar en el más consciente, si ya sé el daño que puede conllevar el normalizar según qué cosas? ¿Qué pasa cuando no puedes evitar querer hacer las cosas bien?
Querer hacer las cosas bien. No puedo quedarme en el gris, da igual de la gama que sea ese gris, no lo quiero, yo necesito irme al blanco. Buffffff…. Y lo que empieza siendo algo interesante; aprender continuamente cosas nuevas, abrir tu mente, conocer nuevas mirandas y gentes, conocerte a ti misma como nunca antes (en parte porque no eres la de antes),… se convierte en tu peor pesadilla. Estrés, ansiedad, tristeza, insomnio, apatía, frustración, anhedonia, autodestrucción,… DOLOR, mucho dolor. Físico y emocional.
Estoy harta de buscar siempre la perfección en todo. Estoy agotada. Exhausta. No puedo más. Quiero ser flexible. Quiero ser capaz de relajar mis límites, mis objetivos, mis deseos e incluso mis necesidades.
Estoy hasta el coño de la crianza respetuosa, sí, me la metieron doblada con eso. Pero más hasta el coño estoy de mí y mi sistema de creencias, que no me permiten VIVIR de manera consciente. Pero no consciente de la necesidad de cuidar el planeta o de la importancia de defender la igualdad, no. Consciente de lo que pasa cada puto minuto de mi día allá donde estoy. Conectar. Conmigo. Con mi alrededor. Sentir lo que está pasando, no lo que mi neurótica cabeza me cuenta.
HASTA EL COÑO. HE DICHO.
viernes, 12 de febrero de 2021
Pecas
Hace poco me revelé con mis manchitas. Una lucha absurda, lo sé. No era la primera vez. Allá por 6ºEGB, cuando me llamaban “plato de lentejas (por ellas) con pan-verde (Valverde)” también me cabreé con ellas.
Sí, ha habido momentos concretos de mi vida en las que no me ha gustado tenerlas. Momentos de inseguridad baja y autoestima dudosa. Momentos en los que no sabes ni quién eres ni a dónde quieres ir. Momentos en los que buscas siempre el reconocimiento externo.
El resto del tiempo, cuando he estado fuerte y segura de quién había detrás del espejo, me han enamorado. ¿Cómo puede lo que más te ha acomplejado convertirse en no solo tú huella de identidad sino en tu lugar favorito? Mi amuleto. Mi esencia. Mi yo.
Así me llamo (en LSE): PECAS. ¡Que viva yo y mis pecas cooooño! Y a quien no le gusten, que se las pinte. 😜
¿Y tú? ¿Tienes un lugar favorito en ti?